jueves, 18 de octubre de 2012

Roadtrip por Islandia. De camino a Reykjavik

Nos despertamos temprano (como prácticamente todos los días del viaje) y nos preparamos para marcharnos. En el hotel en Varmahlíð, llamado, oh sorpresa, Hotel Varmahlíð, el agua caliente proviene de las fuentes termales. Ojo con ducharse con pulseras, relojes, etc. ya que el azufre que contiene el agua estropea los metales. Nuestra amiga se duchó con un colgante que pasó de ser plata a sulfuro de plata.

La primera parada del día está a muy poquitos kilómetros del hotel: la iglesia de madera con tejado de turba en Víðimýri, construída en 1834, con un altar del 1727. Desafortunadamente llegamos tan temprano que no estaba ni abierta, y como ese día había que llegar hasta la capital, no nos pudimos esperar a que abriera :( Nos recordó a los vikingos por su fachada.

El paisaje en el último día de coche volvió a convertirse en gomaespuma verde. Las rocas volcánicas se cubren de musgo y líquen. En el noroeste hay muchas granjas donde poder alquilar caballos islandeses para poder pasear.

El siguiente alto en el camino fue Blönduós. Aprovechamos una paradita en la gasolinera para poder lavar el coche. La gasolina es caríiiisima, pero a cambio, el lavado del coche es gratis. Así que armadas de un cepillo-manguera, nos dedicamos a sacarle la roña al coche, que la tenía bien incrustada. A pesar de tirarnos unos buenos 10 minutos, al final seguía viéndose la mierda. Por lo menos los parabrisas brillaban y al sacar las maletas ya no las rebozábamos.

Lo más destacado de Blönduós es su iglesia de estilo super moderno que tanto se lleva por aquí. Esta se parece a un cráter. Como lo mejor está fuera y no dentro, pasamos de entrar. Pero teniendo en cuenta las iglesias en las que sí entramos, diríamos que entraban pocas personas y que no tenía mucha decoración :P

Continuamos por la carretera 1 hasta nuestra próxima desviación, para ver el río Hvítá, el río blanco, ya que se nutre de las aguas del glaciar y el sedimento le da este color. Nuestro objetivo era ver nuestras dos últimas cascadas y una central geotérmica.



Siguiendo la carretera 50 hacia Reykholt llegamos hasta un pequeño párking donde dejamos el coche para ver Hraunfossar:


Esta cascada surge como muchos arroyuelos saltando las formaciones de lava. De hecho, se llama la cascada de lava (hraun = lava).

Para poder ver bien esta y la siguiente cascada, Barnafoss, hicimos un rato el cabra por las rocas y los puentes que hay alrededor. No fuimos las únicas, de hecho, había una aspirante a modelo que acaparaba los lugares más fotogénicos para posar "casual total" con su ropa super guay.

En fin, que nuestra última cascada del viaje, Barnafoss, la cascada de los niños, se llama así porque dos niños murieron hace muchos muchos años intentando cruzar la corriente por un puente de piedra natural que había antes. Tras la tragedia, la madre ordenó tirar ese puente para que no volviera a pasar algo así.


Y ya de vuelta hacia Reykjavik vimos Borgarness desde el otro lado del fiordo, continuamos por la carretera 1 y para llegar a la capital pasamos un megatúnel (con peaje) que parecía que te llevaba al centro de la tierra, el primer tramo es como cuesta abajo, hasta que toca subir a la superficie y llegar a Reykjavik.

Intentamos llegar a la oficina de Avis antes de que se marchara el último shuttle a los hoteles. Es una furgoneta para 8 personas. Así que si no hay espacio te toca esperar (o joderte).

Nos tocó esperar bastante porque dos hombres holandeses estaban montando un buen pollo a las chicas porque por lo visto tuvieron un reventón, pagaron la reparación pero luego no se lo iban a reembolsar. No sé, un lío del seguro que contrataron con la agencia holandesa, que, muy típico, había olvidado enviar los papeles correspondientes a Avis en Islandia. Debe ser que les pilló a las 17 y se les cayó el boli.

Resultó que los que estábamos para el taxi éramos todos españoles, hasta el conductor!!! Nos contó, en perfecto español, que sus padres habían emigrado y él ya nació en Islandia. Como nosotras fuimos las primeras en bajarnos del coche, no nos enteramos de más :P

El hotel estaba muy céntrico (bueno, tampoco es que sea muy grande la ciudad como para no estarlo). Así que dejamos todos los bártulos y hacer turismo. Nos salió la peor tarde con diferencia, no paró de llover casi en ningún momento.

No es Reykjavik una ciudad muy bonita, la verdad (o lo mismo fue la puñetera lluvia, jeje). Aunque en el mapa parecía que estaba más lejos, tardamos ná y menos en llegar a la Hallgrimskirkja. Justo enfrente se alza la estatua de Leif Ericson (Leifur Eiríksson), el famoso vikingo que fue el primer explorador de América, aunque la fama se la llevó Colón. Vamos, que el continente pudo haber sido Leiflandia :S



De ahí a darnos un paseo al parque donde está el lago Tjörnin, a ver patitos y gansos que nos miraban con muy mala hostia, todo sea dicho.


Vimos el Ayuntamiento (mu moderno), el Parlamento (muy cuco, una no se imagina que un parlamento pueda ser tan pequeñito, pero claro, tampoco es que haya muchos habitantes por Islandia). Seguimos dando una vuelta por el paseo marítimo hasta llegar a la escultura de un barco vikingo (que parece una raspa de pescado) y volvimos al centro a comprar nuestras entradas para el Blue Lagoon para el día siguiente. De paso, preguntamos a la chica uno de los lugares indispensables en Reykjavik: el puesto de perritos calientes más famoso del mundo mundial (Bæjarins beztu pylsur) donde nos tomamos uno con todo. El señor que atendía tenía una pinta muy vikinga, todo sea dicho xD.

Y de ahí, otro paseo y al hotel.

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