miércoles, 29 de agosto de 2012

Roadtrip por Islandia. El coche y lo que el viento se llevó

Después de una primera noche en un hotel bueno (Natura), nos fuimos a recoger el coche. Como no sabíamos dónde estaba la oficina de Avis, ya que sólo teníamos el papel de la reserva con la dirección, preguntamos en recepción dónde está y cómo llegar. El chico (rubio, pelo engominado, gafas de pasta, nivel de vikingo: 2/5), nos miró alarmado y recomendó fehacientemente llamar un taxi (nos vio capaces de ir andando con las maletas a cuestas, pero 3 horas caminando... ¡taxi!).

Tras la carrera en taxi (creo que fueron como unas 5000 kronas) en la que el taxista nos avisó de que tuviéramos cuidado con las carreteras islandesas, que son más estrechas y no se puede correr a más de 90 km/h, llegamos a la oficina de Avis.

Madre mía, qué domingo más animado tienen por ahí. Nos tocó esperar como 15 minutos porque las 2 chicas estaban ocupadas y detrás de nosotras llegaron 2 señores (catalanes, que nos encontraríamos varias veces durante el camino en una minivan con otras 4 personas). Mientras estábamos esperando a que una de las chicas quedara libre, nos dimos cuenta de que los que iban delante eran españoles y no entendían ni papa de lo que la islandesa les explicaba. La pobre se esforzaba en decir alguna palabra española, con resultados esperpénticos. Les echamos una mano para explicar los seguros extra.

Ya nos atendieron y nos entregaron nuestro cochecito: un Golf automático. Los seguros en Islandia cubren exclusivamente la chapa, digamos, los bajos y parabrisas están excluidos. Nosotras ampliamos la cobertura al parabrisas por si acaso.

Como nuestra dirección era el llamado "Círculo de oro" y por la noche dormiríamos en Vík, preguntamos cómo ir en dirección a esa ciudad. Pues los señores de antes intentando apañarse con la chica para ver para dónde iban. Nuestra amiga les preguntó que si iban a Vík, para decirles que nos siguieran, pero para ellos su destino era el Círculo de oro. Nunca más volvimos a verlos. Lo mismo no llegaron al hotel...

Coche automático. Las tres tenemos carnet de conducir, pero resultó que yo era la única que había conducido un coche automático hasta entonces, así que me puse de conductora, coloqué el asiento, los retrovisores, encendí las luces (que son obligatorias las 24h en Islandia) y arranqué. Bueno, yo sí que había conducido un automático, pero me costó un rato entender que para cambiar hay que pisar el freno y que la D es la marcha para que el coche ande normal.

Pues nada, ahí en el medio del párking del Avis, yo con la marcha N metida y que aquello no tiraba. Venga, que cambio, ay no, que esto no va, ah espera, que si frenas si cambia, bueno, meto la marcha atrás, giro por aquí, a ver si probando con la D, ah sí. Y mientras la gente que esperaba por su coche mirándonos como si fueramos imbéciles...

¡Y dirección a Vík!

Justo antes de ver la salida en la carretera me llevé el primer susto del viaje: ¡¡¡¿¿ Pero qué hacen unos ciclistas en el medio de la carreteraaa??!!! Pues sí, los ciclistas pueden ir por el medio de la autopista. Así que frenazo para no saltarme la salida ni llevarme a ningún Induráin por el medio.

Nuestra primera parada era el parque nacional Thingvellir (o Þingvellir, en islandés) para ver la falla donde las placas tectónicas Euroasiática y Americana se separan. 



Paramos a preguntar cómo se llegaba en el centro de información del parque (donde, por cierto, sólo se puede ir a 50 km/h) y el chico (rubio sucio, ojos claros, barba, nivel de vikingo: 4) debió pensar que éramos idiotas y cortas de vista, ya que la cascada estaba bien indicada y porque volvimos a preguntar dónde estaba otra cosa para ver (Flosagja) que venía bien indicada en el mapa que nos acababa de dar, y que por cierto, después de dárnoslo en inglés, nos ofreció también en alemán o francés (pues no gracias, con inglés nos vale).

Como al final acabamos pasándonos el párking de la cascada, nos fuimos a otro más adelante y acabamos viendo la falla a lo largo, subimos para ver las vistas del lago más grande de Islandia, el Þingvallavatn. De ahí, un paseo por el parque para ver la iglesia de Þingvellir. Tras pasar por Flosagja y tirar una moneda a la fosa para pedir nuestro deseo, continuamos para ver nuestra primera cascada, Öxarárfoss. Impresionante escucharla y sentir las gotitas de agua que te dan en la cara metros antes de tenerla enfrente.

Tras la comida, en marcha para ver Geysir, una zona geotérmica con géiseres (de hecho, el llamado Geysir es el que da el nombre al fenómeno). El más frecuente se llama Strokkur, y lanza un chorro enorme de agua hirviendo cada pocos minutos. La primera vez que ves el agua hervir y cómo una burbuja enorme crece hasta lanzar el chorro de agua crees que se te va a caer encima. El olor a huevos podridos te acompaña en toda la vuelta.

¡Qué fotacas echa mi sister!

De ahí seguimos para ver Gullfoss, una impresionante cascada como en escalón. Cuando te acercas parece que el agua se la come la tierra. Es increíble la cantidad de agua que ves pasar ante tus ojos, el sonido, la humedad. Una penita que ese día no fuera algo soleado, pues se forma un arcoiris sobre la cascada.


Como el primer día era bastante apretado, continuamos nuestro viaje por la carretera hasta volver a llegar a la carretera principal, la 1, dirección a Vík.

Por el camino, ya mi hermana en manos del volante, nos metió un frenazo tal que casi salgo por la ventanilla y nuestra amiga casi se disloca el hombro. La toma de contacto con un coche automático no fue muy fácil para ninguna. Yo el primer día casi derrapo en al girar a la izquierda para meterme en el parque nacional de Þingvellir.

En fin, que de camino a Vík y sin dejar la carretera 1, llegamos a otra cascada, Seljalandsfoss. La particularidad de esta es que puedes verla desde dentro. Hay una oquedad en la pared desde la que cae y puedes ver cómo el agua desciende a muy poca distancia de ti. Detrás de Seljalandsfoss está el glaciar con el nombre tan conocido de Eyjafjallajökul, cuando la erupción de 2010 lo convirtió en noticia.


Como las indicaciones de las salidas, ciudades, granjas y monumentos te las encuentras ya donde hay que girar, nos saltamos la de la cascada (sí, otra) Skógarfoss, así que la vimos desde el coche.

El viento que se levantó en el último tramo fue de traca. Como antes de Vík nos recomendaban ir al cabo de Dyrhólaey, para allá que fuimos. El cielo estaba muy oscuro, ya por las horas y porque estaba nublado de lluvia. Al parar el coche y abrir la puerta el viento la arrancó de mi mano. Aquello era un huracán. Al salir del coche te notabas vapuleada por todas partes, empujada hacia delante.

A pesar de viento, las vistas son impresionantes. Ves la línea de costa, con la arena negra, las formaciones rocosas saliendo del mar. La leyenda dice que son los restos de unos ogros, a los que pilló el sol antes de esconderse transformándolos en piedras.

Aparentemente desde el cabo se pueden ver frailecillos, pero con ese vendaval, les habría llevado volando hasta Escocia.

Corriendo al coche a refugiarnos y para Vík. Como la nacional 1 pasa por el medio de los pueblos y ciudades, casi nos pasamos el hotel Edda donde nos alojamos. Llegamos a las 21:15, y el chico de la recepción, que nos vio con las maletas y mochilas a cuestas, nos paró pronto los pies. No, no, no estáis en el edificio principal, no, tenéis que ir a unas casetillas que hay ahí en medio del monte y la vuestra es la 4. Ah, y si queréis cenar os vais al restaurante que está al otro lado de la carretera, pero cierran la cocina a las 21:30, sí. :O

Cargando con los trastos para la caseta de leñador, que en realidad eran 2 habitaciones, la nuestra la de la izquierda. Aquí el baño era bastante pequeñito, y según mi hermana te podías duchar desde el váter, pues solo separaba la ducha del resto del baño una cortina.

Pero bueno, después de la paliza que nos pegamos, esa cama (blanda, muy blanda) ¡parecía la gloria bendita!

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