miércoles, 22 de abril de 2009

El malabarista

Era alto y llevaba 3 tazas de café. Ya sabemos que aquí lo beben como quien bebe agua. Pero no era eso lo que llamó nuestra atención.
Debía ser el último que salió de la oficina, o era el que estaba más abajo en la escala social de entre sus compañeros, o quizá era el más amable de todos.
Era guapo. Vestía pantalón vaquero y camisa blanca, sin planchar, por supuesto, porque parece que en estas tierras le tienen alergia a la plancha, o creen que queda muy bohemio y chic, o simplemente les importa un rábano ir como adanes.
En una mano sujetaba el maletín del portátil, en la otra, en precario equilibrio, 3 tazas con sus platos. Pero no 3 platos y encima 3 tazas. No. Le gustaba el riesgo. Se preparó la perfecta secuencia plato-taza-plato-taza-plato-taza.
Y ante nuestra perplejidad esbozó una esforzada sonrisa que hizo que tintineara peligrosamente la torre de pisa que llevaba en su mano derecha.
Si nos llegamos a reír se le cae todo. O no...



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