lunes, 9 de marzo de 2009

Los pies en los pedales

Hoy, por fin, he estrenado la bici.
No es mi bicicleta, en realidad. Solo un préstamo de Román, que me ha dejado la suya mientras él usa la de su hermano que está en Pekín.
La tenía desde hacía un par de semanas, pero Esther la necesitó para ir a la granja porque la suya estaba pinchada y yo sólo tardo unos 10 minutos andando al trabajo.
La semana pasada tampoco la usé porque tenía un catarrazo que no paraba de toser. Bueno, aún sigo tosiendo, de hecho tengo la cabeza que me va a explotar de tanto toser. Cuando me agacho para recoger algo me pesa miles de kilos.
Y hoy por fin me he decido a coger la bici. Ayer me fui al sótano donde tenemos nuestro garage particular para bajarle el sillín. Hice todo lo que pude, pero incluso en el punto más bajo sigo teniendo que ponerme de puntillas para tocar el suelo, lo que es un problemón, porque no soy precisamente Induráin (Miguelón!!) con el vehículo de dos ruedas...
Esta mañana para ir a la oficina me he apañado la mar de bien... hasta que he llegado a la verja y he tenido que frenar para acercar el pase a la puerta. Como no me llegan los pies digamos que he frenado chocandome contra la verja.
Una vez que he cumplido con mis 8 horas de trabajo (hoy he tenido una reunión justo después de comer que ha durado 3 horas. Sí, estás leyendo bien, 3 horas. En concreto de una a cuatro de la tarde) he cogido la bicicleta del aparcamiento y me he dirigido a la salida. En este caso ya no hace falta acercar el pase, si no que hay una especie de pulsador de concurso para abrir. Pues al ir a darle me he inclinado demasiado y casi me caigo. Es ahí cuando para no caerme he hecho un quiebro que ha acabado con mi rodilla izquierda golpeando la rueda de la bici (o lo que fuera de la bici, pero un daño...), así que he decidido que a partir de hoy saldré andando haciéndola rodar.
Ir en bici por la calle es una experiencia. Vas con la sensación constante de que en cualquier momento vas a morir, ya que los coches pasan a tu lado constantemente, y a la hora de girar en las calles te cruzas por delante.
Pero a parte del chute de adrenalina que llevaba esta tarde (y que me ha ahorrado el dolor de rodilla un ratito) lo que tengo es una flojera de piernas que me va a durar toda la semana.
Necesito una bici de mi tamaño...

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