domingo, 22 de febrero de 2009

Esto son una vasca, un catalán y una madrileña...

Suena como el principio de un chiste, ¿no?
Este fin de semana se celebra el carnaval, y en el sur de Holanda se festeja por lo grande. Tradicionalmente, el norte de Holanda es protestante y allí no celebran nada, pero en el sur esto es un fiestorro. La fiesta dura del viernes por la noche al lunes, aunque en algunos sitios también se lleva lo de la sardina.
Aquí en Boxmeer lo más famoso es la carrera de caballos conocida como Metworst, que se celebra el lunes de carnaval y a la que iremos, disfrazados, por supuesto, los chicos de Wally (de ¿Dónde está Wally? por si alguien no lo sitúa) y las chicas de chinas (tengo ventaja en eso :P). Ya haré mi crónica y contaré un poco de la tradición.
Pero centrándome otra vez. Los carnavales son una fiesta grande en el sur de Holanda, y ayer nos fuimos Paula, Isaac y yo a Eindhoven a casa de un amigo de ella que vive allí desde hace unos meses. Otro madrileño.
Increíble como estaba anoche aquello. No te había ni hueco para poner el pie. Cuando normalemente aquí la gente sale, sí, pero muy temprano y no hay una animación brutal (exceptuando Amsterdam, pero eso es otro tema). Todos los holandesitos iban disfrazados. Todos. Daba igual de qué. Y con un par sin abrigo. Daba igual ir de hawaina, que de troglodita, que de escocés o de campesina. Ni medias ni abrigo ni ná. A quemar grasas.
Y hoy a reponer fuerzas, que mañana empieza la fiesta a las 9 de la mañana.

Gastronomía holandesa

Inexistente.
Me explico: lo que viene a ser comida típica holandesa existe, pero no podríamos decir que sea parte de la cultura. Todo es rebozado, cualquier cosa. Carne, pescado, verduras, TODO. Con forma de rollo y frito.
Ir cada día a la cantina es una aventura, no sólo porque no entendamos el menú, que está escrito en holandés (que siendo una multinacional con tantos extranjeros en las oficinas, ya lo podían poner también en inglés), sino porque quien sabe lo que se encuentra dentro de ese rollo. Yo he sido toda una valiente y he probado unos cuantos, pero es que siendo sincera, todo me sabe igual. Sea carne o verdura, todo sabe a especias. Como la sopa.
Aparte de los rebozados, todos los días tenemos 2 tipos distintos de sopa. Si hay suerte una será una crema. Pero el día que vi la sopa de espárragos... Digamos que las sopas aquí son agua con un montón de especies y luego flota el supuesto ingrediente principal; que es de espárragos, pues estos flotan, que es de champiñones, pues eso...
Luego están los sandwiches. En serio, cómo puede ser que personas tan altas se alimenten a base de un sandwich raquítico, sopa y un vaso de leche. Misterios sin resolver.
Yo por mi parte intento comer lo mejor posible, pero es que eso de comer a las 12 y salir del curro a las 5... se hace la tarde interminable.
Menos mal que tenemos máquina de café y me bebo unos cuantos chocolates al día.
Los holandeses soportan el día a base de cafés. Que beben café como quien bebe agua. Supongo que no será café muy bueno, porque como si fuese como el español o no pegaban ojo en toda la noche o se iban por la pata abajo.
Así que ya sabéis cuál es la dieta del holandés: sandwich y café.
Salen baratos, oye.

martes, 17 de febrero de 2009

Otras huellas españolas


Como ya dije anteriormente, esto está plagado de españoles. La razón: en este pueblecito se concentran 3 grandes empresas relacionadas con los animales.

El hecho es que toda una horda de becarios tanto veterinarios como ingenieros agrónomos ha pasado y pasa por aquí.

Empecemos por los becarios de este año: Pascual, mi compañero de oficina, veterinario como yo. Ambos trabajamos en el departamento de calidad y vamos a hacer algo que aún no tenemos demasiado claro... Esther, casi ingeniera agrónoma que lleva aquí desde el año pasado y ha sufrido el invierno holandés, está preparando su proyecto en la granja de cerdos experimental. De Fuenlabrada. Ambos son mis compañeros de piso, junto con Rafa, un chico de padre español y madre holandesa que habla el español como un guiri y que está aprendiendo más que en toda su vida xD. También es becario, pero de marketing o algo así. El otro becario del grupo es Isaac, de Manresa pero veterinario hecho en Zaragoza (habla como con acento mañico con cierto deje catalán, imaginaos). Él está haciendo algo para el doctorado; vive en la granja de vacas, que está cerca de la de cerdos, donde curra con Esther.

Y ahora vamos con los exbecarios que se quedaron por aquí... Fernando, ingeniero agrónomo que trabaja en la granja de cerdos, con Esther e Isaac. Fernando (otro) que está en la misma planta que yo y que también es ingeniero. Teresa, que está justo en la oficina al lado de la nuestra trabajando en patentes y esas cosas. Veterinaria de Asturias que se fue para Madrid a estudiar y a Holanda a currar. Comparte oficina con Helena, portuguesa pero vamos, que la casi podemos incluir en el grupo. Javier creo que fue también becario, y ya lleva más de 5 años trabajando aquí. Rubén, otro veterinario asturiano lleva también un tiempo por aquí y también está en la planta de los españoles xD. No sólo es que hay una tropa grande de españoles, es que encima muchos de los trabajadores de la oficina han pasado un tiempo en España, así que hay que tener cuidadín con lo que se dice por aquí.

Además de todos estos también tenemos a Isa, a Sandra, la novia del primer Fernando, a Román, de padres españoles, que se vino a vivir a Holanda con 5 años y que habla el español con una mezcla de acento guiri con andaluz (sí, de vez en cuando te suelta un "o arrgo así") y a Paula, que sinceramente, no sé donde trabaja, pero es que a mi favor diré que les conocí el viernes...

Y para despedirme, una fotito de la calle principal de Boxmeer. Mi portal da justo enfrente al bar...

jueves, 12 de febrero de 2009

Los cerdos también beben

Bueno, ya estamos otra vez por aquí.
El martes por la tarde el jefe de departamento (Reinder) nos echó una charla de 2 horas (sí, 2!) sobre la empresa y lo que hacían en Quality affairs, que por cierto es el departamento en el que estoy currando. Así a mitad apareció Hans y habló con Reinder y este nos dijo así sin venir a cuento que nos invitaba a cenar.
Y a cenar con los jefes que nos fuimos ayer Pascual y yo. Vaya día más largo. Primero nos tocó la charla otra vez, pero esta vez por parte de Hans. Luego unas cuantas horas de oficina que parecían que nunca acabarían. Es que eso de comer a las 12 de la mañana y casi nada hace que el resto del día se alargue sobremanera.
Cuando salimos de la oficina nos fuimos con Hans a tomar algo hasta que llegara al restaurante Reinder. Una cervecita y a cenar (salimos de currar a las 5 y media, así echad las cuentas).
La cena: casi salgo rodando. Los holandeses comen poquísimo (lo que viene a ser un sandwich escuálido y un vaso de leche; todos los holandeses comen con un vaso o dos de leche, es para verlo, en serio) pero a la hora de cenar se ponen hasta arriba, madre mía...
Lo bueno de la cena es que no fue la típica cena con el jefe. Nos estuvieron preguntando algunas cosillas para conocernos más y luego estuvieron contando anecdotas del curro. Y de ahí viene lo de los cerdos (o qué os habíais pensado...).
Los ganaderos siempre están intentando aprovechar todo lo que sea barato para alimentar a los cerdos. Así que una vez les preguntaron que cuánto vino podían tomar por cabeza y día. Y resulta que los cerdos se comportan como las personas: un 90% se emborracha de la forma tranquila, es decir, que se echan una siestecilla, y el otro 10% se pilla las cogorzas violentas, vamos que son los hooligans porcinos.
Así que ya sabéis, en época de escasez de comida, cuando veáis que los camiones de vino barato van a zonas de cría de cerdos es para ponerles contentillos.
Y hablando de cerdos, mañana voy a visitar la granja que tiene la empresa a las afueras de la ciudad... a ver qué tal la experiencia.

martes, 10 de febrero de 2009

Poniendo pie en tierra holandesa

Pues aquí estamos. En las tierras bajas (y tan bajas, una que viene de Madrid a tanta altura sobre el mar y aquí estamos a tan sólo 16m. sobre el nivel del mar). El viaje comenzó bien tempranito con el sonido del despertador a las cinco y media de la mañana, para ya se sabe, estar 2 horas antes en el aeropuerto. Una vez descargado el maletón de 25 kg. en el mostrador, tras haber timado a la azafata presentándome solo con mi mochila (de unos 6 kg.) consigo deshacerme de un peso. La verdad es que de equipaje de mano llevaba, atención: la susodicha mochila, el trolley de unos 10 kilitos de ná, el portátil y la gabardina en la mano. Menos mal que mi asiento era el 22D y pude embarcar de los primeros, porque encasqueté todos los bultos como una campeona antes de que llegara un grupo de músicos chilenos que terminaron de invadir los maleteros.
El vuelo, con azafatos, todos, ni una mujer. Salimos con una horita de retraso porque por lo visto alguien había facturado su maleta pero no se presentó al vuelo (sí, hay personas de ese tipo que se levantan por la mañana y piensan "hoy me voy a gastar una pasta para que me busquen por el aeropuerto, a ver si aparezco o no", vamos de esos que les gusta la intriga). Llegamos por fin a Amsterdam a las 12 y pico de la mañana y salí corriendo a por mi maleta.
Ya con todos los bultos acoplados más mal que bien me fui en busca de la estación de tren. Otro momento estresante, con mi visión túnel que tan bien me caracteriza en esos momentos, me dirijo a las máquinas automáticas y con horror compruebo que sólo se pueden comprar billetes con tarjeta o con monedas (sí amigos, aquí el billete no ha llegado). Me volví loca hasta que decidí preguntar al chico más guapo de todos los que estaban por allí comprando su billete (que una será una estúpida a la hora de encontrar las cosas, pero tonta no :P) y le pregunté. Y así llegué a la taquilla para encontrarme con la bruja del oeste que me hizo entrega de mi billete hacia Boxmeer.
Ya una vez en el andén comí algo (habiendo desayunado a las 6 de la mañana y siendo la una de la tarde ya no sabía ni lo que el estómago era). Y esperé al tren. Con mi super fuerza fui capaz de subir mis trastos al tren y empaquetarme como pude en un asiento solita para no estorbar a la gente.
Bajada en Nijmegen (que se dice como "naimejen") y búsqueda del tren que me llevaba a Boxmeer.
Boxmeer es un poco como el culo de Holanda, o eso pensé nada más bajarme del tren, porque no tenía ni una raya de cobertura en el móvil. Crucé la vía del tren y allí estaba esperandome mi jefe, Hans, que cuando me subió la maleta a su maletero lo flipó en colores y me preguntó cómo la había subido al tren...
Ya en la oficina ronda para conocer a toda la gente (de la que ya no me acuerdo, salvo de los españoles, que aquí somos legión) y luego para casa con mi compañero de oficina y casa, Pascual, que es también veterinario (que por aquí hay superpoblación de vetes).
Cuando mi compi me ayudó a subir la maleta a la casa lo flipó en colores y me preguntó cómo la había subido al tren...
Claro, hoy tengo unas agujetas que me muero, pero vamos, bien.
Esta mañana vivimos la experiencia de ir a Hacienda a por el número de la seguridad social y que el funcionario te sepa hablar en inglés (imaginaos si eso puede ser posible en España xD) y de abrir cuenta en el banco que más risa nos causa a los españolitos: el Rabobank!
Mañana será otro día y algo haremos en la oficina, espero.